Entre l'éternité et le temps : La Sainte Ecriture

  • Thèmes : ,
  • nbpage : 64
  • format : 14 x 22 cm
  • ISBN : 978-2-907653-56-5
  • Precio : 8.84 €

Nacido el 30 de diciembre de 1920, en Ginebra, Claude Martingay ejerció como librero y fundó en 1969 la editorial Ad solem, con objeto de publicar escritos surgidos de la experiencia espiritual que presumiblemente tropezarían con dificultades para encontrar un lugar entre los editores religiosos de la época. Vendiendo y publicando libros de otros, escribió algunos él mismo, entre los que hay que citar Le Conte du huitième jour, que es un intento de reconstruir la imagen de un puzzle cuyas piezas son los momentos de una existencia desperdigados por la memoria. Este cuento está escrito en filigrana de Le Jeu de Mar-Lah-Klem, publicado en 1971, juego educador de la sorpresa. Pero quizás lo más importante fue el encuentro del autor con San Gregorio de Nazianze en Le Dit de sa vie, donde nació lo que él mismo llama una conversión, cuando el amor por los libros y las ideas empezó a borrarse tras el del lenguaje y, de manera muy particular, del de las Santas Escrituras, cuyo misterio no es el de un pensamiento divino, sino el Decir de Dios. En la prolongación de esta conversión, el autor se entrega a imaginar que el tercer milenio conocerá una revolución tan importante como la de la invención de la imprenta, pero a la inversa, si los hombres llegan a no sorprenderse ya de pensar y escribir, sino, a la imagen de Aquel que dice y son las cosas, de decir a su vez.

Born December 30, 1920 in Geneva, Claude Martingay worked as a bookseller and founded Ad Solem Editions in 1969, the goal of which was to publish people - writing of spiritual experiences - who had difficulty getting published by the religious publishing houses at the time.
At the same time he sold and published other people's books, he even wrote some of his own, among which we must mention The Tale of the Eighth Day, which is an attempt to reconstruct a puzzle, the pieces of which are moments of existence spread throughout the memory. This tale is written on the watermarked pages of the Mar-Lah-Klem Game, published in 1971, a game, or even a guide to marvelment.
But the most important fact was probably when the author met Saint Gregory of Naziane in what has been said of his life. It was then, that what he himself refers to as a "conversion" began, and his love for books and ideas started to fade behind that of language and more specifically, behind the Holy Scriptures, the mystery of which is not a divine thought, but the Word of God.
In the spirit of this "conversion" the author takes to imaging a third millennium that will know a revolution every bit as important as the printing press, but conversely so, if men manage to be surprised not of thoughts or what is written, but of the image of the One who speaks - and it is so - and to tell about it in their turn.

Nacido el 30 de diciembre de 1920, en Ginebra, Claude Martingay ejerció como librero y fundó en 1969 la editorial Ad solem, con objeto de publicar escritos surgidos de la experiencia espiritual que presumiblemente tropezarían con dificultades para encontrar un lugar entre los editores religiosos de la época. Vendiendo y publicando libros de otros, escribió algunos él mismo, entre los que hay que citar Le Conte du huitième jour, que es un intento de reconstruir la imagen de un puzzle cuyas piezas son los momentos de una existencia desperdigados por la memoria. Este cuento está escrito en filigrana de Le Jeu de Mar-Lah-Klem, publicado en 1971, juego educador de la sorpresa. Pero quizás lo más importante fue el encuentro del autor con San Gregorio de Nazianze en Le Dit de sa vie, donde nació lo que él mismo llama una conversión, cuando el amor por los libros y las ideas empezó a borrarse tras el del lenguaje y, de manera muy particular, del de las Santas Escrituras, cuyo misterio no es el de un pensamiento divino, sino el Decir de Dios. En la prolongación de esta conversión, el autor se entrega a imaginar que el tercer milenio conocerá una revolución tan importante como la de la invención de la imprenta, pero a la inversa, si los hombres llegan a no sorprenderse ya de pensar y escribir, sino, a la imagen de Aquel que dice y son las cosas, de decir a su vez.